Temor de Dios

Una persona —de nombre Santiago Meza López— disolvió en ácido los cuerpos de 300 «ejecutados» por los pistoleros de su «jefe», Teodoro García Simental, El Teo, del cártel de El Chapo Guzmán.  Esa persona (según el Código Penal Federal) podría pasar de 3 días a 2 años en la cárcel o pagar 90 días de salario mínimo de multa, porque su delito «no es grave».

Yo no sé qué es más monstruoso de esta situación que ha llegado al público bajo el cariñoso nombre del caso de El Pozolero: si la insensibilidad de un sujeto como éste, que, literalmente, desapareció a 300 cadáveres de la guerra entre El Chapo y el cártel de los Arellano Félix, o la impunidad que protege y asesora nuestro sistema de justicia «a la mexicana».

Un «sistema» que le da la posibilidad a El Pozolero de andar en la calle, tranquilo, comiéndose unos taquitos, tras haber pagado la escalofriante suma de 4 mil 675 pesos con 50 centavos. O sea: 15 pesos con 58 centavos por cada «trabajo» de disolución de un cuerpo en un perol lleno de ácido. ¡Y eso en el peor de los mundos, porque el sujeto podría pagar solamente 30 días de salario mínimo, es decir, 5 pesos con 19 centavos por cadáver!

¿De quién es la culpa? ¿De El Pozolero; de El Chapo, de los Arellano Félix? ¿Del sistema judicial, del gobierno, de los partidos políticos, de la crisis, de la escuela, de la sociedad, de las leyes…? ¿Podemos dudarlo? La culpa es de una nación que ha faltado a su vocación. He ahí la verdad.  Desgracia para ella, porque no ha evangelizado sino a medias. Dios ha tenido necesidad de los mexicanos, y los mexicanos se han servido de Dios; eso lo dice todo.1

El santo temor de Dios —que hemos ridiculizado hasta colgarlo en el rincón de los trastos viejos— nos debe bastar para conservar la esperanza. La fe es una poderosa fuerza de transformación de un panorama tenebroso como el nuestro. La fe en Cristo: el grano de mostaza que cambiará a México. Nuestra fe.

1) Párrafo adaptado de François Mauriac.  Lo que yo creo.  Cuadernos Taurus.  Madrid 1963, pp. 72-73